Copa Libertadores Ante la mirada del mundo, Boca y River jugaron una Superfinal de exportación
El temporal pasó y el Superclásico mostró su mejor versión en la Bombonera. Fue un frenético 2-2 que prolongó el suspenso para la vuelta del 24, en el Monumental.
Una certeza. Si el mundo, como se esperaba, observó este Boca-River, pudo comprobar que el fútbol argentino y sudamericano gozan de excelente salud. Esa es la primera sensación, casi a flor de piel, que dejó esta primera Superfinal de la Copa Libertadores. El fútbol les ganó por escándalo a todas las desprolijidades que se dieron a lo largo de la competencia, signadas por las protestas y las dudas por las malas inclusiones. El juego, todopoderoso, hizo olvidar por completo las contramarchas que se dieron a lo largo de un sábado atribulado por los caprichos del clima. Vaya si valió la pena esperar que pasara el temporal.
Está claro que en el césped de la Bombonera –que lució pesado aunque impecable luego de soportar los más de 130 milímetros de lluvia que cayeron en las últimas horas- no se vieron las figuras rutilantes que se podrían ver en una final de Champions League. Entre los 28 jugadores que vieron acción tal vez no haya uno que hoy podría ser titular en un equipo top de Europa. Pero eso, no importó. La marca, el Boca-River, estuvo a la altura de lo esperado. Más allá de los altibajos, lógicos por la tensión, fue un show de altísimo nivel. Los dos equipos entregaron un espectáculo vibrante, furioso por momentos, que dejó a todos con ganas de ver la segunda función en el Monumental, el sábado 24. Ese día recién se sabrá quién será el campeón de América, el dueño de todas las sonrisas.