El Superclásico del siglo Mauricio Serna y Leonardo Astrada: la final desde la historia y la mitad de la cancha
Chicho y el Jefe revivieron los partidos que jugaron y el duelo que se viene en la Copa Libertadores. Ven un mano a mano “muy cerrado”. La cápsula del tiempo encierra partidos memorables. Y ningún Superclásico pasará inadvertido. Cada uno tiene un toque especial, una jugada que lo distingue.
Hay que viajar al pasado y cruzar el círculo central. Con mucho cuidado, claro. Sobre todo, en el desenlace de los noventa y el comienzo del nuevo milenio. Porque, a fin de cuentas, Mauricio Serna y Leonardo Astrada eran los dueños de la mitad de la cancha en Boca y River.
Chicho fue un volante de piernas cortas y enorme vigor con la camiseta azul y oro, seis veces campeón en los albores de la época dorada, aquella que germinó en las sabias manos de Carlos Bianchi. El colombiano nacido de Medellín ganó tres torneos domésticos (Apertura ‘98, Clausura ‘99, Apertura 2000), dos Libertadores (2000, 2001) y una Intercontinental (2000) ante el poderoso Real Madrid.
Chicho copero. Serna alzó las Libertadores de 2000 y 2001 y fue campeón Intercontinental en 2000.
El Jefe, un mediocampista central con quite y prolija distribución, es uno de los seis jugadores más ganadores de la historia millonaria. En su palmarés ostenta una docena de títulos, diez nacionales (Campeonato de Primera División 1990; torneos Apertura ‘91, ‘93, ‘94, ‘96; Clausura ‘97; Apertura ‘97, ‘99; Clausura 2002, 2003) y dos internacionales (Libertadores ‘96 y Supercopa ‘97).
El Jefe, entre los más ganadores de River. Conquistó 10 torneos locales, una Libertadores y la Supercopa.
Se enfrentaron en ocho oportunidades. Y se cruzaron lindo. A propósito, tiene una anécdota Astrada. “Hubo un clásico de verano, un amistoso que jugamos en Mar del Plata. Me acuerdo que llovía y la cancha estaba mojada. Y justo me tiro a barrer con la pierna encogida porque no quería pegarle al Chelo Delgado, que era compañero mío en la Selección. Y me va con todo Chicho. Nos cruzamos. Después de esa jugada, lo busqué todo el partido para devolverle la gentileza”, cuenta el Negro y despierta la sonrisa de Serna. “Hay que decir que los dos íbamos duro. Pero siempre con lealtad”, apunta Chicho.