River igualó con San Lorenzo en el Monumental y se quedó con las ganas de ser puntero

Con el empate, los de Núñez suman siete unidades y quedaron a dos del líder transitorio, justamente su «archirrival», Boca Juniors; San Lorenzo, en tanto, acumula cinco y en la tabla de promedios está apenas por encima de los tres puestos de descenso, hasta aquí ocupados por Unión, Independiente y San Martín de San Juan.

La expectativa por tratarse del primer clásico de River en su regreso a la máxima categoría cayó rápidamente en saco roto: el partido fue una exhibición por momentos insoportable de desaciertos, algunos por carencias, otros por elección táctica.

River, para diferenciar al menos la actitud, quiso ir desde el principio del encuentro, pero el escaso peso de Manuel Lanzini, su eje creativo, le impidió romper el cerrojo defensivo planteado por el entrenador visitante, Ricardo Caruso Lombardi.

San Lorenzo se paró con dos líneas de cuatro (que, en función del ataque riverplatense o la proyección de los laterales, se convertía en 5-3 con el retraso de Gonzalo Prósperi), y dejó las aventuras ofensivas en los pies de Julio Furch y Franco Jara.

Si las situaciones de peligro son la medida, San Lorenzo ganó con lo que fue el desarrollo del partido porque tuvo la más clara: un desborde de Furch por derecha (erró Ramiro Funes Mori en el intento de cortar el pelotazo) y un centro que Jara, anticipando el cierre de Maidana, estrelló en el travesaño.

De esa jugada nació la mejor de River, pero menos elaborada: un remate lejano de Leonardo Ponzio que despejó Migliore.

Ponzio fue justamente la figura riverplatense en la etapa del inicio: le alcanzó con su voluntad (lo siguió Gabriel Mercado, con idéntica virtud por el andarivel derecho), un resumen de las carencias creativas de los dirigidos por Matías Almeyda.

Si el primer tiempo fue apenas discreto, el segundo resultó peor. River mantuvo su inquietud de buscar la victoria como elemento destacable, pero también siguió escaso de ideas aun con el ingreso del debutante Juan Cazares en reemplazo de Lanzini y, después, con la entrada del «Keko» Villalva por el uruguayo
Sánchez.

Le quedaron los pincelazos de Trezeguet, marcando siempre el camino con sus toques simples, pero no le alcanzó: la sencillez sugerida por sus pases franceses tuvo respuestas en otro idioma.

San Lorenzo, por su parte, profundizó su esquema original: de vez en cuando le disputó al local la tenencia de la pelota, pero terminó de abroquelarse cerca de su área y ahora ni siquiera tuvo lucidez para aprovechar espacios y generarle riesgo a Barovero.

Fue cero a cero, merecido para ambos, y una despedida silenciosa de los hinchas. También merecida.