Jamie Vardy, un verdadero obrero del gol
Ni el Kun Agüero con el Manchester City, ni el egipcio Mohamed Salah con el Liverpool, ni el gabonés Pierre-Emerick Aubameyang con el Arsenal ni la estrella de la selección inglesa, Harry Kane, con el Tottenham. Tampoco un jugador del Manchester United o el Chelsea, los otros grandes del fútbol inglés. El máximo goleador de la Premier League resultó Jamie Vardy, el delantero del Leicester que fue obrero de una fábrica, que tuvo que llevar un brazalete electrónico para que la policía pudiera monitorear que estaba en su casa en el horario acordado y que de chico fue rechazado en el club de su ciudad, Sheffield, por ser muy pequeño para ser centrodelantero.
Por más que no pudo anotar goles el domingo en la derrota 2-0 ante el United, los 24 tantos que Vardy tenía acumulados le alcanzaron para consagrarse como máximo artillero de la Premier, por delante de Aubameyang y de Danny Ings, del Southampton. Su aporte goleador le valió al Leicester un puesto en la Europa League, que podría haber sido en la Champions si el Tribunal Arbitral del Deporte (TAS) no le perdonaba al Manchester City la sanción de no poder competir en Europa por haber violado el fair play financiero.
A los 33 años y por más que se mantiene en su pequeño club desde 2012, cuando militaba en la segunda división, Vardy se convirtió en un goleador de renombre, por su capacidad para resolver frente al área rival. Pese a que mide 1,78 metros es un buen cabeceador, es implacable para definir con ambas piernas, patea penales y, como buen delantero de oficio, es oportunista para aprovechar los rebotes cerca del arco. Con ese combo, ya superó los 100 goles en la Premier pese a no jugar en un equipo grande.
Sin embargo, este presente de estrella dista bastante de su realidad hace una década, cuando militaba en la séptima división, en un equipo amateur, y debía combinar el fútbol con su puesto de obrero en una fábrica de férulas plásticas. A los 16 años, el Sheffield, club del que era hincha, lo excluyó de su plantel porque era demasiado pequeño. Sin mejores oportunidades, Vardy fue fichado por el Stocksbridge Park Steels, de la séptima división, donde mostraba su talento, su carácter irascible y sus problemas con el alcoholismo: el paquete completo traía goles y expulsiones, que le valieron cierta fama de pendenciero. «Siempre era el primero en llegar al entrenamiento y el último en irse», desmintió el presidente del Stocksbridge, Allen Bethel, que lo consideraba «la alegría de la fiesta», por su buen humor.
Sin embargo, una pelea en un club nocturno lo llevó ante los tribunales, donde fue encontrado culpable y su incipiente carrera comenzó a peligrar. Condenado a portar un brazalete electrónico que probara su paradero a toda hora durante seis meses, Vardy debía estar en su casa después de las 18:30, horario que muchas veces lo obligaba a jugar sólo los primeros tiempos o, incluso, perderse algún partido. Por eso, el Sheffield United, el otro club de su ciudad natal, desistió de apostar por el joven goleador.