Todo Nápoles con el corazón mirando al sur
«Ho visto a Maradona, ho visto a Maradona», cantaban los fanáticos dentro y fuera del estadio. Ellos prometieron que darán su aliento incondicional a Maradona. Siempre plena de contrastes, la relación de Maradona con la ciudad vivió otro capítulo especial en las últimas horas cuando hace sólo dos días Il Mattino de Nápoles, desde hace tiempo enfrentado con el astro, sorprendió publicando un «racconto» sobre la demanda judicial presentada contra el argentino por Cristiana Sinagra, la madre de Diego Armando júnior, de 4 años de edad. Maradona es el «hijo pródigo» de los napolitanos, pero la Sinagra reclama que acepte su supuesta paternidad sobre el niño.
Tercera ciudad de Italia, con un millón y medio de habitantes, Nápoles se debate entre el progreso, su belleza natural y la violencia de la Camorra, el crimen organizado. La imponente silueta del Vesubio sobre la bahía es tan hermosa como amenazante. «Vesubio, erupta por nosotros», dicen los fanáticos del Milan, que hace unos días descargaron su odio hacia Maradona. Y el Vesubio, que en el año ’79 sepultó las ciudades de Pompeya y Herculano, se mantiene sereno, tal vez gracias a los rezos continuos a San Gennaro, el patrono de la ciudad.
Una reciente investigación médico-forense efectuada en Roma demostró que la sustancia parduzca que se conserva en la capital napolitana y que se licúa a intervalos regulares es realmente sangre coagulada. Si Maradona, el patrono de la era moderna, debe realizar milagros todos los domingos, la licuefacción de la sangre de San Gennaro se produce tres veces al año, aunque la fecha más importante para los napolitanos es el 19 de septiembre, día en que el santo murió decapitado.
Entre su belleza y religiosidad, Nápoles fue noticia estos días por dos hechos centrales. Primero la llamada «Intifada del agua», como se denominó a las revueltas populares, con barricadas y hogueras en las calles, en protesta por el agua contaminada. Y luego, por los extraños sucesos ocurridos con tres sacerdotes enemigos de la Camorra.
Franco Rapulliano, párroco de Forcella, atacó a la Camorra el 15 de mayo en el funeral de un niño de dos años asesinado un día antes. Diez días después, un cuñado suyo fue arrestado por actos de Camorra. Antonio Maione invitó luego al púlpito de su iglesia a un camorrista arrepentido. La curia cerró el templo y Maione fue sorpresivamente acusado de apropiación indebida de 26 mil dólares de una madre cuyo hijo era tóxicodependiente. Giuseppe Rassello, párroco en el barrio de Sanitá, otro cuartel de la Camorra, afirmó que «aquí Dios no llega. Aquí el Estado es la Camorra».
Inmediatamente, fue acusado por un adolescente de 14 años de abusos deshonestos y cumple arresto domiciliario, mientras sus fieles realizan marchas de protesta y acusan a la Camorra de haber perpetrado éste y también los otros episodios.
Todo esto tal vez sirva para explicar el clima en que se halla esta ciudad, una Nápoles en la cual los ferroviarios dejan su trabajo los domingos «porque ver a Maradona es un derecho». Pero en la cual también el argentino ha sido tan amado como odiado, siempre en el altar, muchas veces adorado, pero otras veces sacrificado