El peor lugar para un estadio
Antes que nada le advierto que yo soy cuervo pero también arquitecto. Eso para que no piense que le estoy hablando sólo con el corazón. “Lo que te quiero explicar –le digo con aire académico– es que existen peores lugares que el de avenida La Plata al 1700 para poner un estadio”. “Sí, peores debe haber –contragolpea ella–, pero que me hagan un estadio a la vuelta de casa no me causa ninguna gracia”. Marita es cuerva y vecina de Boedo, pero está muy preocupada por el proyecto de Restitución Histórica que intenta devolverle los terrenos del Viejo Gasómetro a San Lorenzo. Asegura que la mudanza del estadio del Bajo Flores a Boedo le va a cambiar la vida, pero para mal.
Casi sin oírla sigo con mi prédica racional: “Si te ponés a pensar un poco, hasta te diría que la ubicación del Viejo Gasómetro está buena”. Pero Marita no se convence, ella tiene sus propios argumentos. “Vos no entendés o no querés entender –salta–. Una cosa era el estadio viejo y otra uno nuevo. El fútbol de antes era una cosa y el de ahora otra. Cambiaron la gente, los hinchas y el barrio”. Ahí nomás pasa a enumerar los líos de Núñez cada vez que juega River o hay un recital. Habla de los embotellamientos y del abarrotamiento de autos mal estacionados. “Justamente –retruco a un toque–, Boedo tiene una excelente accesibilidad con muchas líneas de colectivos y dos de subte. Hay que dejar de pensar que los estadios deben ser para ir en auto, hay que volver al transporte público”. Marita no se queda muda ni un segundo, pero mientras vuelve a la carga empiezo a pensar en los peores lugares para hacer un estadio, como la Bombonera, que, sin embargo, es un símbolo fundamental del barrio y nadie quiere que lo demuelan para hacer un estadio más grande.
“Los peores lugares –anuncio– son los que están aislados, con pocas conexiones de transporte público”, y le describo el caso contrario, el del Luna Park, que está en el Centro y al que se puede llegar con muchísimas líneas de colectivo y subte. Antes de que me interrumpa agrego que es una equivocación pensar que los grandes estadios deben estar en las afueras de la Ciudad con enormes estacionamientos. “Eso no tiene en cuenta la relación de los clubes y sus canchas con los barrios”.
Le detallo el fallido intento de juntar a Estudiantes y Gimnasia en el Estadio Unico de La Plata. El fracaso fue tal que el estadio, tal vez el mejor del país, ya no se llama Unico. En ese caso, como en otros, pudo más el corazón que la lógica, los hinchas quieren tener su propia cancha, no mezclarse con la contra y respetar la historia y la tradición, aún con un estadio peor.
“El Estadio Ciudad de La Plata está más que bien ubicado, pero su talón de Aquiles es que tiene pocos servicios de transporte público”, le digo y agrego que desde el punto de vista urbano, es un estadio para ir en auto, como el de San Lorenzo en el Bajo Flores. Hoy, si querés volver en bondi del Nuevo Gasómetro te podés quedar a vivir allá (y nadie quiere que le pase eso).
Casi sin aire después de mi interminable argumentación lógica, veo que Marita se quedó muda. Me siento triunfante, creativo, genial. Ella me mira a los ojos y dice: “¿Vos me estás cargando? ¿Qué tiene que ver una cosa con otra? Yo te quiero ver a vos escondiéndote en tu casa un domingo a la tarde cuando sale la hinchada de la contra después de perder por goleada”.
Siento que Marita puede tener algo de razón y que a mí tampoco me gustaría tener un estadio a la vuelta de casa. Para colmo yo vivo en Palermo, cerca de Chacarita, me podría tocar el estadio de Los Funebreros. Un escalofrío me corre por la espalda. Trato de recomponerme y seguir con mi discurso racional. Nunca hay que dejar que la verdad te estropee una buena discusión