Boca se encuentra entre River y la pared

Fuimos muy ilusos, demasiado. Al igual que muchos, la mayoría de la cátedra futbolera, creímos que a la hora del desquite copero con River y en el partido más importante de su larga historia como técnico, Gustavo Alfaro dejaría de lado sus viejas ataduras y liberaría sus esquemas mentales. Que ante la necesidad de revertir el 0-2 de la ida en el Monumental para llegar a la final de la Libertadores, el técnico xeneize tomaría riesgos para él desusados y pondría en la cancha, el equipo más ofensivo posible. Pero nada de eso sucederá mañana.

Todo parece indicar que, a la hora de la verdad verdadera, Alfaro será igual a sí mismo. Y no se moverá un paso de sus robustas convicciones. “Si me toca morir, moriré con la mía”, piensa aunque no lo diga tan así. Por eso, saldrá a la Bombonera con el mismo dibujo de siempre: ese 4-4-2 que se hace 4-5-1 en defensa y que lo ha llevado hasta aquí, con todo lo bueno y lo malo.

A pocas horas del gran choque y justo en el momento clave del año, cuando todo el trabajo está puesto a consideración de los hinchas y los periodistas, Boca tambalea, vacila, no ofrece certezas individuales y colectivas, pierde funcionamiento y confianza partido a partido. De aquel equipo que pasó con holgura la llave de cuartos de la Copa ante la Liga Deportiva Universitaria de Quito, y que se deglutió con solidez y autoridad a San Lorenzo por la Superliga, no han quedado rastros. El 0-2 en el Monumental fue como un viento huracanado que no ha dejado nada en pie.

Ni siquiera los boquenses más fundamentalistas destilan esperanza para la revancha. Partidos son partidos, dice el viejo lugar común, y hay que jugarlos. Más en una Bombonera que como pocas veces, será una olla de altísima presión. Boca puede hacerlo sufrir a River. Mucho más si emboca un gol en los 15 minutos iniciales. Y no es una misión imposible hacer los dos goles que lleven la serie a la definición por tiros desde el punto penal. Y hasta los tres que lo pongan directamente en la gran final del 23 de noviembre en Santiago de Chile.

Pero un gol de River casi que cerrará la llave. Mucho más si llega en el arranque del juego. Y pondrá en evidencia el equilibrio emocional de un equipo que puede agrandarse si el estadio ruge a su favor. O achicarse si temprano empiezan los silbidos y la reprobación. No hay escalas intermedias: Boca basculará todo el tiempo entre la gesta de la remontada histórica y el oprobio para muchos inaceptable e insoportable de otro mano a mano perdido ante River. Sería el quinto consecutivo del ciclo presidencial de Daniel Angelici (Copa Sudamericana 2014, Libertadores 2015 y 2018 y Supercopa Argentina 2018).